Yo tengo una inclinación por escribir a mano. Siempre llevo en el bolso, la mochila o la maleta, una libreta de notas, por si me paro en algún lugar, escribir. Tengo la casa llena de agendas viejas, que nadie ha usado en el trabajo y yo las uso para escribir, sin seguir un orden. Siempre escribo notas por la mañana que pongo en la puerta de la nevera, sigo un diario de los vinos que tomo, fechando su corcho y pasando esa fecha a un diario de “vinácora” con una relación detallada del vino, las personas que estaban, qué comimos, de qué hablamos… He hecho verdaderas parrafadas en las servilletas de los bares, algunas las traigo a casa, otras, las regalo a quien está conmigo. Mi diversión, es meter notas escritas, unas con paridas, otras desde el alma, en los bolsillos, carteras, bolsos de la gente. El día que las encuentran, me mandan una foto de la nota. Mi parte favorita de todo esto, es que todo lo hago, a mano. Son a mano, con sus faltas, sus tiempos verbales sin sincronizar, su carencia o exceso de comas, pero son mías, con mi letra y había en ellas, una intención cuando las hice y por tanto un sentimiento.
Ella no sabe quién soy, ni me relaciona con la puerta en la que deja agua, pero me devuelve siempre el saludo por la calle. Yo salgo de casa, antes de que llegue, nunca le he abierto la puerta, nos comunicamos por notas, por notas a mano. Es una de mis tantas relaciones peculiares. Me ha dejado varias veces su teléfono, podría mandarle un whatsapp con lo que quiero, pero no sería lo mismo y yo no quiero romper esta magia entre extrañas. Sólo sabe por mis vecinos y porque a veces firmo las notas, que me llamo Carla. El resto de la comunicación, depende exclusivamente de la nota que, junto con el dinero, dejo escrita en una cuartilla, dentro de la talega que cuelga de mi puerta.
Como la comunicación es un enigma y yo no sé cuánto vale el agua que pido, a veces sobra dinero, a veces falta. Es otro regreso al pasado que me encanta, una relación comercial, en efectivo, en la puerta de casa, una comunicación a ciegas, escrita a mano. Siempre le dejo una nota, con alguna parrafada de las mías y lo que quiero esa semana. Ella suele contestarme, cuando falta no me pone sólo eso, también me desea feliz semana, me da las gracias igualmente y me hace un dibujo. Para enmendar mi error reincidente de 0.90 céntimos una vez, seguido de 0.50 céntimos otra, esta semana, junto al dinero y la nota, puse un puñado de chocolatinas. De camino a casa, recuerdo, que me aguarda la nota y es un aliciente para el lunes.
No dejen de escribir a mano, los móviles mueren, los mensajes que hay en ellos, se guardan en un sitio tan inalcanzable por nuestras manos, que se llama nube. Son impersonales, iguales para todos tus contactos y destruibles en un click. Tus notas, salvo pérdida o deterioro, serán tuyas por muchísimo tiempo, puede que alguna lleve parte de tu perfume, registra el pulso y por tanto, el estado de ánimo que tenías al escribirla. Registra, tus pensamientos, a los que tus manos dan forma con un bolígrafo, por lo que, salvando la tinta, todo sale de ti.
Foto: Nota y respuesta de esta semana. Sobra decir, que guardo todas las notas de mi relación con la portadora de ilusiones embotelladas, del agua de Teror.